Un
tiburón marrajo de más de mil libras
L
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a luna tirando a menguante, la
mar movida, viento nordeste. Corre pescado. Los barquitos de Playa Baracoa,
Artemisa (Cuba), entran a media mañana a la rada, al cabo de la faena que
seguro comenzaron oscuro. Cargan los aparejos de palangre, y alguno un pez a
remolque, de los grandes. Octubre viene con picada.
Es la flota que hace unos años,
desde el gran arrebato de 2007 por pescar para el mercado, bajo cobertura
legal, tomó la variante ofrecida por el extinto Ministerio de la Industria
Pesquera, de emplear los barcos de Lista Quinta, clase de recreo, como
pesqueros comerciales. El asunto, que estuvo a punto de acabar con la
disolución de la Federación Cubana de Pesca Deportiva, derivó en contratos
mediante los cuales los patrones pueden emplear avíos no deportivos, en tanto recibían
alguna ayuda para desempeñar su gestión, y en cambio venderían a una entidad
estatal el pescado a los mismos precios, o casi, que estaban vendiéndolo
directamente al público. La FCPD perdió efectivos, que de todas formas pagaban
con la cuota de afiliación el derecho a salir a pescar en el mar desde
embarcaciones, para vender el pescado de manera particular. Podría decirse que
en modo furtivo, pero en verdad no hubo furtivismo en ese comercio.
Cuando entró el Río Azul, todavía no había picado el
primer pargo a los pescadores deportivos que en la boca tenían tendidas las
líneas de sus varas de spinning. Cerca del amanecer, habían hecho acopio de
carnada, enganchando galleguitos y alguna cojinúa más adentro del río, pero
cuando tuvieron suficiente se trasladaron más cerca de donde el oleaje
comenzaba a romper sobre el arrecife de la costa. El yatecito blanco, delineado
en el color de su nombre, pasó pesado de popa, con un gran carretel de cuerda
en la estrecha cubierta y un disforme bulto levantando un pesado espumaraje
detrás. Cada cual siguió en lo suyo,
vigilando los punteros, que andaban quietos.
Entre un cambio de carnada y un
enredo a desenredar, y unos pescadores de orilla que pasaron buscando sardinas
con la atarraya, alguno tuvo tiempo de mirar río arriba y a un centenar de
metros estaban ya izando el tiburón y aglomerándose la gente con los celulares,
modernidad que no abandona un momento a la gente acá. Como no estaba particularmente
ocupado, el editor del blog anduvo el trayecto por la calle inmediata el río y
allá averiguó que el pez, muy poco amigable de cerca, con su ancha cabeza y sus
cuatro metros y centímetros en la vertical, había sido cogido una milla aguas
afuera, en un anzuelo calado a 500 metros de profundidad.
El gran carretel que portaba el Río Azul, ahora en tierra, es un
palangre con una madrina hecha de cuerda de caprón, con 23 bajantes. Pregunta
el peso del pez:
―Cuatrocientos kilos, limpio ―responde
Ismael Martín, sin dudas el patrón.
― ¿Eso serán unas ochocientas
libras?
―Entero como está, unas 1 300
libras.
El tiburón marrajo,
científicamente denominado Hexanchus
griseus (Bonnaterre, 1788), es descrito del siguiente modo en el tomo
primero de la Sinopsis de los peces
marinos de Cuba del Dr. Darío J. Guitart:
Cuerpo escualiforme; con aleta anal; una
sola dorsal situada totalmente por detrás de las aletas ventrales; con seis
aberturas branquiales; lóbulo inferior de la caudal, poco desarrollado; con
espiráculos situados más cerca de las aberturas branquiales que del ojo;
pedúnculo caudal sin quillas laterales y sin fosetas superior e inferior;
dientes de la mandíbula superior, distintos a los de la inferior; los primeros
en forma de colmillos, los segundos, en forma de peinetas y en número de seis a
cada lado de la mandíbula.
Color carmelita grisáceo claro en el lomo y
costados hasta el nivel de las pectorales; vientre, blanco sucio; aletas con
las puntas de la cara inferior manchadas de pardo oscuro.
En
Cuba se han capturado ejemplares de casi 5 metros de longitud total y más de
500 kg de peso. Tiene utilidad
industrial por el alto rendimiento de aceite de hígado.
No estaba lejos de esa marca el
ejemplar desembarcado por el Río Azul. Lástima que no hubiera una balanza como
en los antiguos tiempos en este puerto.
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